domingo, 22 de febrero de 2015

El matrimonio es para pendejos

Una persona muy cercana a mí, siempre me aconsejo no casarme porque según ella los que se casan son unos pendejos, afirmación que escuche repetidamente también en otras personas, idea que hasta hace un par de años estaba interiorizada en mi consiente y en mi subconsciente. Si estando pequeño me preguntaban a qué le tenía miedo?, con firmeza mi respuesta era la siguiente: al picotazo de una gallina, a ser tragado por la gigantesca bolsa de la brilladora de la casa y “al matrimonio”. En unas vacaciones, después de ayudar en trabajos de la granja a mi papito Ernesto (mi abuelo), me di cuenta que el picotazo de las gallinas no dolía tanto. Una vez de tantos momentos solo en la casa, me enfrente con la brilladora, la encendí y logre manejarla sin problemas. Para el mundo, momentos desconocidos o insignificantes en la vida de un niño cualquiera, para mí, momentos indescriptibles, llenos de liberación. Con los años la respuesta a la pregunta sobre cuales eran mis miedos se redujo a una sola cosa: “el matrimonio”. Principalmente porque para mí el matrimonio era sinónimo de ser pendejo, concepción aprobada y reforzada en los medios y por una sociedad cada vez más lejos del conocimiento de valores y dones que se enlazan con el matrimonio. Según la real academia de internet, la peyorativa afirmación mencionada aplica para el caso significando persona tonta, cobarde o pusilánime. Es decir “el que se casa es porque es tonto”. Pero además mi miedo enraizaba en el respeto y temor de Dios que indicaban en el matrimonio un compromiso serio, muy serio ante Él, que si me equivocaba debería soportar una cruz por siempre y ser infeliz todo el resto de mi vida y nadie quiere ser infeliz, mucho menos, un pendejo. Por eso a continuación en resumen, les voy a contar como le perdí el miedo al matrimonio. La historia de nuestras vidas es sencilla pero incontablemente valiosa para los dos, tanto mi esposa como yo, nos independizamos rápidamente de nuestros padres, Ana Cecilia desde muy joven ayudó y sigue ayudando a su mamá, trabajó para pagar sus estudios, su vivienda y encontró un lugar en el mundo como periodista, por eso es que la ven muy seguido en las noticias… Hicimos algunas cosas al revés de lo que convencionalmente mucha gente hace, pero tratando de hacer lo que más nos daba tranquilidad, y a conciencia: nos enamoramos, despacito eso sí, después de la luna de miel decidimos tener un bebe, luego nos casamos por vía civil, no por la Iglesia principalmente por mi miedo al compromiso delante de nuestro Creador, después nació Ana Sofía, y el día que la bautizamos le propuse matrimonio a la que ya era mi esposa en el papel, lo hice porque ella quito de raíz todo mi miedo, a ella se le debe todo esto, ella me mostro que sí se podía, que la convivencia amable si era posible entre dos personas que se aman, que con Dios en el centro nosotros podríamos ser todo lo felices que quisiéramos aunque fuéramos imperfectos, por eso estoy infinitamente agradecido con ella, por liberarme de mi último miedo, el apoyo de la comunidad almirantes fue fundamental, a ellos tengo mucho que agradecerles, sin juzgamientos, consientes de mi miedo nos aceptaron en la comunidad de parejas donde todos son casados, orábamos y reíamos juntos, en familia. ¿Cómo no querer la bendición de Dios cuando me ha dado un hogar maravilloso? ¿Cuándo la vida me muestra que la mujer que tengo es un ángel vivo lleno de amor por mí y por su hija? Por eso decidimos fijar una fecha para finales del el año pasado, pero nuestros planes no siempre son los planes de nuestro destino, justo cuando empezamos a hacer cuentas de cuanta papita teníamos que comprar para los invitados, nos llegaron los espasmos, luego la lipo, las terapias de quimio-spa, las sesiones de radio-spa, y el matrimonio se embolato. Cuando un terremoto mueve tu suelo y te das cuenta de que a pesar del mareo puedes ponerte de pie, de que el mundo no se ha acabado, sientes respirar hasta los huesos. Creo que por eso nos volvimos triplemente conscientes de cada momento, cada instante de nuestras vidas tenía mucho más sentido, el amor del uno por el otro tomo un valor inigualable. Afloró la alegría al poder de ayudar a otro sin condiciones, de luchar contra gigantes contra quienes pocos se atreven a luchar, y lo más importante, de tener la bendición de Dios, ahora queríamos casarnos con todas nuestras fuerzas, creo que esta fue la decisión más consciente que hemos podido hacer en nuestra vida, lo deseábamos más que a nada, queríamos unirnos en el sagrado sacramento del matrimonio, y queríamos compartirlo con ustedes, hacedores también de nuestras vidas. Por eso, la afirmación de que el matrimonio es para tontos no se cumple en nuestro caso, por tanto no es verdadera, el matrimonio es para personas conscientes, conscientes no de cuanto tienen, sino de que tienen al otro, de lo maravilloso que es compartir la vida en el amor de Dios junto al otro, el matrimonio es para valientes, valientes que no le gritan a su pareja sino a los que quieren hacerle daño, el matrimonio es para seres fuertes, pero no para el que más duro le da a la mesa, sino para los que tienen la fuerza para perdonar suavemente y aprender de los valores y de los errores que les mostraron sus padres, el matrimonio es para personas que quieren ser más despiertas, que valoran la vida del otro no con palabras sino con acciones de día y de noche. El matrimonio es para guerreros, no para pelear con el otro sino para luchar juntos contra las adversidades como soldados incondicionales, El matrimonio es para quienes quieren crecer en el don de la humildad, por qué dándolo todo es como se recibe amor y recibiendo amor siempre se saca lo bueno de lo malo, el matrimonio es para personas que desean ser sabias, no para ostentar conocimiento sino para enfrentar la enfermedad con tranquilizada paciencia, el matrimonio es para quienes desean disfrutar la vida en equipo, pero sobre todo para vivirlo con su pareja en la soledad que trae un silencioso beso de apoyo íntimo, que le muestre al cielo la esperanza de quienes quieren llegar a viejos con el amor de su vida. En últimas y para finalizar espero que estas palabras se las lleven a su casa y piensen sobre ellas, recuerden que de nuestros abuelos podemos aprender que las gallinas pican pasito, de la soledad aprendemos que las aspiradoras se pueden dominar, y que con Dios en el centro siempre podemos afirmar que el matrimonio no es para pendejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario